lunes, 24 de enero de 2011

Últimamente oigo un montón de ideas fantásticas con la excusa de la crisis.
Abajo el sistema autonómico, que cuesta una pasta, es una de ellas.
Se dice que es cosa de duplicidades, que acaban con la pasta en cuatro administrativos pa lo mismo, con trece institutos públicos, con veinte grapadoras grapando los mismos informes sobre la función social de la cocacola, pero a logo cambiado.
Y a esto hay quien dice: ¡Ay! ¡Centralización de lo humano y lo divino! ¡Las autonomías son un sumidero! ¡Viva el Ministerio!
Todo esto sin pensar ni por un instante que las autonomías son una cosa muy dada a convertirse en eso que algunos llamaron la nación de naciones. Y que la confederación pueda ser preferible al centralismo, aunque sea por cercanía, y que lo mismo da poner un chiringo de la gran urbe en cada plaza que hacer del chiringo el gobierno propio del territorio. Que de paso es muy colorido.
Otra de esas cosas que se escuchan por los rincones (también hay quien opina que habría que aplicar automáticamente cualquier cosa que se comente en los corrillos, que el tema es escuchar al pueblo) es que acabando con el senado acabamos con la crisis. Con la de pasta que nos gastamos en eso.
Lo mismo se diría de cualquier otra mutilación, imagino. Eliminamos todo lo que huela a sistema democrático (que con lo que tenemos ya huele a tongo) y con un poco de suerte tendremos dinero suficiente para escondernos en casa a esperar. Hagamos que las decisiones sean fáciles y huyamos de la engañifa facilona esa de la búsqueda del consenso. Dejemos de perseguirla, lancemos de una vez el sistema económicamente sostenible, que el monarca decida y mande. O mejor, mandemos un ejército de inspectores, que marchen por las calles y que recopilen y legislen con la política de los corrillos. Adios a las dos cámaras. Los fondos perfectamente centralizados a reventar de billetes.
Aunque ya que hablamos de eliminar, podríamos empezar con todas esas pequeñas cosas que no sirven ni para representar nada. Hay quien opina que los traductores de las cámaras son una chorrada de sociatas, que con el Español tenemos de sobra y basta, que la lengua nos une y que esto no es más que seguir con la idea de las muchas españas.
Yo creo que la idea de las muchas españas es como para gastarla en traductores, y que representar algunas ideas, aún con gastos, merece la pena.
Nos sorprendemos con la de millones que invertimos en absolutas idioteces, y también nos sorprenderíamos con la de millones que gastamos en cosas que de verdad son importantes. En la calidad anda el negocio, y en el debate con argumentos el criterio, no por mucho andamos recortando.
Y sin embargo tenemos una Familia Real, con sus reales gastos (o asignaciones, que a lo mejor resulta que no es lo mismo), y un Ejército, y una Guardia Civil, y un montón de tantas cosas que por inútiles y poco representativas me tientan la cabeza con tijeretazos.

viernes, 7 de enero de 2011

Estoy cansado de la gente que eructa con la excusa de no poder fumar.
Estoy harto de que a partir de ahora el fumador sea el abanderado de la libertad y hasta la anarquía. Que se dedique a machacarte con la amenaza de la hipocresía, que si eres un libertario, que si tú no deberías aceptarlo, que si tú tal, que si tú cual.
Puedes pasarte la vida intentando cosas, que a cada momento encontrarás una camarilla de críticos de carné que te revisen los contratos emocionales. Medirán, pesarán y olfatearán los recovecos de los principios supuestos. Buscarán el desajuste en el ideario para poder vomitarlo en una perorata machacona, te harán un traje con sus deshechos y sus frustraciones, satisfechos y rabiosos vegetales sobre sus montañas de mierda.
Preguntar ya no cuenta, la curiosidad ya no importa, el ataque con tanques y aviones es lo único que cuenta para evitar la lucha en tus fronteras.
El debate ha muerto. Viva la pelea en el barro.
Y mientras tanto, las grandes cosas se pudren de grandes esquemas, y a nadie le importa el café, el cigarro o el whiskazo como excusa para extraer los detalles milimétricos de lo humano.
La libertad, según parece, se ha convertido en una cosa que lanzar punzante a los ojos. El derecho de quién a subsistir, el pánico de unos pobres que se sienten aplastados, si no lo son por ellos mismos.
Ahora somos sólo gente.

Al final la cosa trata de ponerle sintonía y profundidad en ese momento concreto. No hacen falta palabras demasiado difíciles, basta muchas veces con agarrarse a la referencia universal de lo humano, que cualquiera es capaz de reconocer y responder con más de lo mismo.

Si esto fuera fácil, en el mundo sobrarían los místicos. En elegir el momento y en que el mundo esté dispuesto a tomarte en serio está el reto.

Mientras tanto, y hasta que alguien intoxique el 100% de los recursos hídricos del ser humano, o a no ser que estés verdaderamente bueno, ya sabes, a lo carismático-andrógino-anormal, vas a tener que ponerte a trabajar a tope.