viernes, 7 de enero de 2011

Estoy cansado de la gente que eructa con la excusa de no poder fumar.
Estoy harto de que a partir de ahora el fumador sea el abanderado de la libertad y hasta la anarquía. Que se dedique a machacarte con la amenaza de la hipocresía, que si eres un libertario, que si tú no deberías aceptarlo, que si tú tal, que si tú cual.
Puedes pasarte la vida intentando cosas, que a cada momento encontrarás una camarilla de críticos de carné que te revisen los contratos emocionales. Medirán, pesarán y olfatearán los recovecos de los principios supuestos. Buscarán el desajuste en el ideario para poder vomitarlo en una perorata machacona, te harán un traje con sus deshechos y sus frustraciones, satisfechos y rabiosos vegetales sobre sus montañas de mierda.
Preguntar ya no cuenta, la curiosidad ya no importa, el ataque con tanques y aviones es lo único que cuenta para evitar la lucha en tus fronteras.
El debate ha muerto. Viva la pelea en el barro.
Y mientras tanto, las grandes cosas se pudren de grandes esquemas, y a nadie le importa el café, el cigarro o el whiskazo como excusa para extraer los detalles milimétricos de lo humano.
La libertad, según parece, se ha convertido en una cosa que lanzar punzante a los ojos. El derecho de quién a subsistir, el pánico de unos pobres que se sienten aplastados, si no lo son por ellos mismos.
Ahora somos sólo gente.

3 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...

Si me permite la intromisión, es hasta cierto punto lógico que el colectivo fumador (al que, por cierto, no pertenezco totalmente, pues servidor sólo fuma pipa, no todos los días y siempre en casa) se rebote un poco. Ser criminalizado socialmente es lo que tiene, que inevitablemente el demonizado tiende a revolverse tras recibir tanto sermón buenista y determinadas amenazas directa. Y digo 'amenazas' porque no es otra cosa el tema de las delaciones anónimas que trata de estimular la ministra de Sanidad. Ahora que nos han fallado los controladores aéreos, ahora parece que hemos encontrado a la bestia negra ideal a la que insultar y menospreciar con el fin de sentirnos mejores, más buenos y puros. El término 'fumador' ya está en vías de entrar en las categorías de insultos más descarnados. Así que no me extraña que ellos no se encuentren muy cómodos con la situación.

saludos y disculpe las molestias

Johannes A. von Horrach dijo...

Otro aspecto del tema, y no sigo pues no es mi intención molestar más, se lo aseguro: ¿A nadie le parece impresentable que se obligue al dueño de un negocio privado como es un bar (un lugar al que nadie está obligado a entrar, recordémoslo) a prohibir algo que él desea permitir? A mí sí, pues un bar no es un hospital o el ayuntamiento. Llevo días cansado de ver bares de barrio vacíos, sólo con el dueño en la barra, custodiando un par de cafecitos a medio beber, y con los correspondientes clientes fumadores con el pitillo en la calle. Es decir: unos tipos pelándose de frío invernal en la acera para no perjudicar los pulmones... de unos clientes sanotes que en ese momento no existen. En fin.

Carlos Pons Olivares dijo...

Todo esto que comentas resulta de lo más interesante, y una perspectiva a tener en cuenta, desde luego.
No quiero decir con ello que esté de acuerdo y ni siquiera lo contrario.
Tampoco estoy seguro de cuánto pueda tener que ver con lo que planteo en la entrada, pero desde luego sería un tema apasionante para un posible debate entre tú y, pongamos, uno o dos de mis lectores imaginarios.