jueves, 3 de febrero de 2011

Hubo un tiempo, cuentan, cuando la gente no se tenía que andar esforzando por reivindicar las cosas tontas.

Pongamos por ejemplo: trabajar, cuanto menos, mejor.

Uno podría considerar que esto es de vagos y de tipos miserables, pero sigamos con el ejemplo: la idea de que trabajo dignifica no me suena a fichar ocho horas al día, cinco días a la semana, tres cuartas partes de mi vida, por más que lo vistamos de colores. Esta esclavitud de cadena de montaje tiene poco que ver con la foto del alegre agricultor en su campo de la adorable mañana de verano. Y que el capitalismo feroz se ponga las medallas de algunas ideas comunistoides es todavía menos gracioso.

Llama la atención pararse a pensar un momento en el principio de algunas cosas. Cuando el ocio era esto, y el negocio (neg-ocio) lo otro. Esta concepción que define el tiempo a partir del que dedicamos a nuestros deseos, más que del que registramos en la seguridad social, hoy parece revolucionaria, y eso que hasta hace dos días todo el mundo la veía fetén.

Y eso que recuerdo que no hace mucho, cuando las cosas pintaban mal, con ambiente de revolución y todo lo demás, hubo quien habló de la reforma del sistema. Gente importante. Del cambio. Y hoy sin embargo nos conformamos con lo que venga: teníamos precariedad, ahora tendremos recortes.

Esta es la reforma que todos prometían: el sistema capitalista al cuadrado.

Por supuesto tragaremos porque la cosa está fatal, no es cuestión de ir chistando.

Y como somos cada vez más viejos, tendremos cada vez que ir trabajando más. Así podremos ser más infelices, y con suerte comprar bastones y dentaduras y sillas ergonómicas y lo que haga falta para poder cambiarlo. No procede pensar en un futuro en el que trabajemos lo menos posible, y en el que los viejos puedan serlo a placer.

Dirán que hace falta, que el sistema demanda, que no es cosa de España y que la cosa va de mercados.

Porque ya pasó el tiempo de hablarle al pueblo. Ahora toca hablar de y a los mercados, que se les supone de un humano infantil y siniestro, poco menos que la Divina Bolsa, que rige y reina como una diosa caprichosa. Purita sociedad de la información y el conocimiento.

Mientras tanto la gente se levanta y se juega la vida, y nosotros nos escondemos tras excusas de productividad.

No pasa nada, buscaremos maneras de sonreír. Probablemente los portales se pongan a tope de desnudos y parejitas, a lo bonobo, hola, buenos días, inserte su pene aquí. El estrés por algún lado tendrá que salir.

Cada uno a lo suyo y por su lado, espero que le pongamos estilo.

Por lo menos.

No hay comentarios: